miércoles, 21 de enero de 2009

lectura




EN TI ME QUEDO

De vuelta de una gloria inexistente,
después de haber avanzado un paso hacia ella,
retrocedo a velocidad indecible,
alegre casi como quien dobla la esquina de la
calle donde hay una reyerta,
llorando avergonzado como el adolescente
hijo de viuda sexagenaria y pobre
expulsado de la escuela vespertina en la que era becario.
Estoy aquí,
donde yo siempre estuve,
donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.

La soledad es un farol certeramente apedreado:
sobre ella me apoyo.

La esperanza es el quicio de una puerta
de la casa que fue desarraigada
de sus cimientos por los huracanes:
quicio-resquicio por donde entro y salgo
cuando paso del nunca (me quisiste) al todavía (te odio),
del tampoco (me escuchas) al también (yo me callo),
del todo (me hace daño) al nada (me lastima).

No importa, sin embargo.

Los aviones de propulsión a chorro salvan rápidamente
la distancia que separa Tokio de Copenhague,
pero con más rapidez todavía
me desplazo yo a un punto situado a diez centímetros
de mí mismo,
de prisa,
muy de prisa,
en un abrir y cerrar de ojos,
en sólo una diezmilésima de segundo,
lo cual supone una velocidad media de setenta kilómetros a la hora,
que me permite,
si mis cálculos son correctos,
estar en este instante aquí,
después mucho más lejos,
mañana en un lugar sito a casi mil millas,
dentro de una semana en cualquier parte
de la esfera terrestre,
por alejada que os parezca ahora.
Consciente de esa circunstancia,
en muchas ocasiones emprendo largos viajes;
pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos,
la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera
alegre y triste a un tiempo
-como dije al principio:
alegre,
porque sé que tú eres mi patria,
amor mío;
y triste,
porque toda patria, para los que la amamos,
- de acuerdo con mi personal experiencia de la patria-
tiene también bastante de presidio.

Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.

(Angel González)

domingo, 18 de enero de 2009

recuerdo



Lo primero que recuerdo de vos
Es que no te recordé.
Sonreíste. Esperaste
Y aun así no te recordé
Lo primero que recuerdo de mi
Sin vos
Es que era un ciego con buena vista

martes, 13 de enero de 2009

Esperas que desesperan


El sillón cruje, la tele habla y habla , el diario minuto a minuto que pasa pierde la frescura de su contenido, el techo, el suelo, la esquina de la pared, la brisa, yo.
La casa parece un gran caserón triste, sombrío, repugnante cuando tu sonrisa no la habita. Todo se vuelve inhóspito, desértico, estéril , volátil si vos no estas en ella.
Podría para disimular decirte que la única planta que tenemos perdió su verde por tu tardaza, que el desayuno se convirtió en cena esperando que ocuparas el lugar en la mesa, que la radio canto histéricamente sola sin vos como compañía, podría, claro que podría poner e inventar un sinnúmero de excusas para disimular mi necesidad de tu presencia.
De a ratos le temo a este amor , te temo a vos, a que un día me prives de todo esto.
Las llaves, la puerta, tu voz, un primer beso, un segundo mas dulce que su antecesor, varias sonrisas en una, tus zapatillas perdidas por ahí, un alivio, un te extrañe!, una mirada , una respuesta YO MÁS!
.

lunes, 12 de enero de 2009

pasado y presente


Uno o dos días a la semana me toca ser amable conmigo mismo soy mi único compañero. Puedo decir que a veces me desconozco un poco al verme, me veo feliz, completo, resuelto, calmo cosa que no fue muy habitual en mi persona.
Quien me conoce, lo suficiente, sabrá que soy un tanto escueto de palabras, adorador de las tardes con las ventanas abiertas y cortinas que intentan salir a volar, que hablo y mucho pero con mi piano, que guardo y resguardo mis amistades pero ante todo siempre me caracterice por ser un “perro” solitario, sin pretensiones de hacer raíces en ninguna parte en especial, egoísta ,si, puede que se vea de ese modo aunque les diré que es tan solo una manera lastimera y controversial de no salir siempre por la puerta de atrás cantando bajito.
Recuerdo que hasta algunos meses atrás pasaba más horas trabajando que viviendo creo que había por muchos motivos optado por no mirar para los costados.
La soledad créanme que a veces lastima menos que algunas palabras o que un ultimo portazo.
Al principio de este texto dije que uno o dos días de la semana me toca ser amable conmigo mismo es cuando me quedo de guardia y dialogo con todo mi pasado y me delito con todo mi presente. Un presente que la tiene a ella.
Ella que hace de mi vida un lugar digno de saborear.

domingo, 11 de enero de 2009

Desayunandote


mientras cierro mis ojos no queriendo despertar
vos;
Mientras enjuago mi cara por las mañanas
vos;
mientras despierto
vos;
mientras veo girar el agua al sentido de las agujas del reloj
vos;
mientras me desencuentro con eso que busco
vos;
mientras preparo mi lista de prioridades diarias
vos;
mientras tomo pausadamente mi café apoyado en la cómoda
vos atrincherada en nuestra cama, envuelta entre las sabanas , sometida a tus sueños
y yo disfruto mas de vos que de mi café

sábado, 10 de enero de 2009

Mis mal llamados secretos


Secretos

Se que a veces al mirarnos detenidamente algo nos asusta, algo que puede que vea en tus ojos o el temor que veas algo en los míos.
Secretos, encajonados en la mirada, preguntas, inseguridades.
Me incomoda de a ratos tu mirada inquisidora amenazándome queriendo descubrir lo único que todavía no me atrevo hacerte participe esos mal llamados secretos que solo son temores.
Temor a verme otra vez perdido y solo. A perderte. A que te pierdas en la próxima esquina. A que no abras la puerta a las 20:50. A levantarme una mañana y sentir el `piso frío por la ausencia de tus pantuflas amarillas. A encender la radio para no escuchar tu silencio absoluto. A la negación de compartir la cama solo conmigo. A encontrar los cajones ordenados, la mesita de luz sin tu bailarina.
Temor llanamente a perderte.
Cuando siento que pretendes mirar más allá de lo que quiero mostrarte bajo la mirada, busco algo que no perdí y te distraigo y ataco.
Ataco a tus ojos buscando tus secretos, tus temores. Pretendiendo así, saber si vos no te queres perder de mi.