domingo, 22 de marzo de 2009

Libre


“bicho de ciudad” cantan los Piojos, así me siento al verme devorado por este cielo colosal.
El silencio de las callecitas de tierra te atormentan al principio.
Aun traigo el apuro propio de las ajetreadas tardes porteñas, caminando dos pasos en uno y realmente no se porque, costumbre, inercia, rutina.
Recién pasados unos días logre que mis ojos se despertaran después de la hora en que suena la alarma en mis días laborales.
Me fascina sentarme a desayunar cerca de la ventana, observar a las mujeres desarropadas de tanto maquillaje, libres y auténticamente sonrientes.


“…respiro hondo y tomo el vino
No te asustes si grito como un loco,
Es necesario que a veces sea así
Será la vida que siempre nos pega un poco
Nos encandila con lo que esta por venir…”



Es costumbre sentirme un poco ajeno a este tipo de lugares. Formo parte de los apurados de aquellos que caminan o pretende ir varios pasos antes que el horario.
Salir pensando que llegas tarde. frustrado al ver que no llegas a horario al subte, ideas combinaciones raras colectivo, escaleras mecánicas, tren. A eso le llamamos vivir.
¡Que ironía!
Las grandes urbes tienen eso. Mal vivir.

Descanso. Vacaciones. Desarreglo en horarios.
Podría afirmar que la monstruosidad que me socavaba la tengo casi comiendo de mi mano.

lunes, 9 de marzo de 2009

Historia











Blancas y negras. Teclas. Música. Partituras viejas. Temas que se de memoria.
Acaricio levemente mi viejo piano. Desde pequeño me sentí identificado con la música, recopile cajas de casetes, rescate una guitarra que era de mi abuelo y que nadie parecía prestarle atención. Aprendí a tocarla torpemente a través de los veranos, recuerdo que ella fue la primera que me enseño que significa la palabra nostalgia. Cuando pude la hice mía y era la compañera infaltable en las reuniones entre amigos.
No recuerdo que fue lo que sucedió para que el piano llegara a casa. Supongo que era la nostalgia de mi papá, un sueño que pudo tocar con sus dedos.
Debo reconocer que supe apreciar toda su grandeza cuando fui más grande. A veces me desafiaba queriendo sacar alguna canción y un día me di cuenta que lograba transportarme de una forma única.
El piano sigue teniendo el mismo dueño, yo lo tengo en forma de préstamo.
Si logras subirlo sin que tenga un rayón podes conservarlo un tiempo –me dijo él-
Y acá esta. Me siento. Cierro los ojos y solo me dejo llevar.
Estos son mis dos amores que siempre van conmigo.
Mi guitarra y el piano (casi mio)


Mis vacaciones por fin arribaron a casa, me restan solo unas horas para tomar un poco de respiro de estas paredes que no hace otra cosa que preguntar por ella.

lunes, 2 de marzo de 2009

sin salida


Cerré la puerta temprano, le di doble vuelta a la llave. Y salí.
Escape del domingo que me preparaba desayuno.
Afuera todo parece menos abrumador. Afuera soy uno más que camina creyendo saber donde va. Soy ese que finge ante la moza del café que disfruto de una mesa para uno.
Las aceras son un buen lugar para los perdidos, son solidarias y hacen de sus adoquines senderos sin marcar.
Pero aunque le haga los desprecios más inmensos a este día, hay domingo a carretillas llenas.
Domingo, escape tanto como pude de ese dormir hasta tarde, quedarme entre las paredes tan calladas solo me recordarían que ya no tendría mas migas entre sabanas, ni el diario desparramado una hoja en cada sala, escape para no ver como echa rices tu ausencia.
De lo que no me di cuenta que esté día va conmigo a cuestas y no puedo ocultarme ni perderme de él doblando alguna esquina.
Es algo común supongo dar estos manotazos de ahogado, creer que alejándose unas horas o unos metros algo se detendrá, nada se detiene porque no hay manera de escapar por esa razón tan simple que es que del cuerpo y sus memorias no hay forma de abrir la puerta.
el cuerpo da vueltas ciegas sobre lo mismo aunque salgas temprano y escapes de un domingo temprano y le des doble vuelta a la llave.